Olga Navarro

por Lenny Cáceres

Marcó un hito en el atletismo femenino pampeano. Con una carrera breve pero brillante en la década del 70, dejó un legado imborrable en las pistas nacionales. Sus marcas, incluso logradas en condiciones adversas, se mantuvieron vigentes por décadas y allanaron el camino para nuevas generaciones de corredoras. Fue una de las primeras mujeres en destacarse en pruebas de resistencia, una especialidad dominada por los hombres, y logró abrirse paso en un contexto en el que el atletismo femenino aún era incipiente en La Pampa.

Desde sus inicios en 1971, Olga demostró un talento excepcional. Sin entrenamiento formal, en su primera competencia provincial batió el récord de los 400 metros. Su ascenso fue vertiginoso: en 1973 y 1974 se consagró campeona argentina en los 800 metros, lo que le permitió competir a nivel nacional e internacional. Representó a La Pampa en los Torneos del Sur, una competencia similar a los actuales Juegos de la Araucanía, pero sin la participación de Chile, y fue pieza clave en la obtención de la Copa Challenger en 1973. En la final de los 400 metros, con viento en contra, venció a la favorita, integrante del equipo de Chubut, y se quedó con el oro.

Su gran momento llegó en 1974, cuando se coronó campeona argentina en los 800 metros en Salta. Ese mismo año representó a Argentina en el Sudamericano Juvenil de Lima, donde finalizó cuarta en su especialidad, compitiendo ante 25.000 espectadores. Pertenecía a la agrupación Juventud y Deporte de Santa Rosa y, en los torneos nacionales, defendía los colores de la Federación Atlética Pampeana.

Sin embargo, su camino no fue fácil. En una época en la que el deporte femenino en pruebas de resistencia era poco frecuente, enfrentó prejuicios, comentarios machistas y barreras culturales que intentaban desalentar su carrera. A pesar de ello, contó con el respaldo incondicional de sus compañeros varones, quienes la apoyaron y protegieron durante toda su trayectoria.

Ese mismo 1974, La Pampa instauró por primera vez el premio Caldén para reconocer a deportistas más destacados de la provincia. En esa gala inaugural, Olga recibió el Caldén de Plata, un reconocimiento que confirmó su relevancia dentro del atletismo pampeano.

Un retiro prematuro, pero un legado imborrable

Como era común en aquella época, el retiro de las atletas llegaba temprano. A los 21 años, Olga dejó la competencia para enfocarse en su vida laboral y familiar. Sin embargo, su vínculo con el deporte nunca se rompió. Sus hijos, Andrés y Julieta, siguieron ligados a la actividad física: Andrés se convirtió en kinesiólogo y Julieta en profesora de educación física.

En 1993, con 37 años y muy poco entrenamiento, se dio el gusto de competir en un campeonato nacional como parte del equipo de atletas veteranos de La Pampa y, ganó los 800 metros. “Sin duda el atletismo era lo mío”, confiesa.

Hoy, convencida de la importancia del deporte en la formación personal, Olga promueve la actividad física en la niñez y adolescencia, transmitiendo valores como la disciplina, el esfuerzo y la perseverancia. Su legado no solo se refleja en los récords que impuso, sino en el impacto que tuvo en las generaciones posteriores de corredoras pampeanas.

Más allá de sus logros deportivos, su historia es la de una pionera que desafió las normas establecidas y abrió caminos para el atletismo femenino en La Pampa. Su desempeño en los 400, 800 y 1.500 metros la llevó a superar marcas provinciales y nacionales, y a demostrar que las mujeres también podían destacarse en pruebas de resistencia.

“El atletismo fue una etapa muy feliz”, confiesa Olga, quien atesora sus medallas, trofeos y recuerdos con orgullo. Actualmente, disfruta de su familia: su hija, su hijo y sus cuatro nietas y nietos; Simón (13), Elena (9), Benicio (8) y Amaranta (7)

Su historia es un testimonio de esfuerzo, pasión y determinación. Con su talento y coraje, Olga Navarro dejó una huella imborrable en la memoria deportiva de La Pampa y en el atletismo femenino argentino.

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