Marcela Castro

Sinónimo de fútbol femenino en La Pampa

por Nadia Villegas
Entra al Estadio Municipal, con la mirada recorre las instalaciones más próximas y verifica que todo esté bien. La tarde apacible de verano hace que poco a poco lleguen chicos y chicas de las cercanías para patear un rato la pelota en una de las canchas. Ingresa a uno de los salones, se acomoda y dice: “Esta es como mi casa. Mi segunda casa”.
Marcela Castro y fútbol femenino pampeano caminan juntos de la mano desde hace muchos años. Y, pese a los desafíos y las luchas, ella asegura que es una relación “para toda la vida”.
Su primer recuerdo con la pelota huele a polvo y obstinación. A rodillas raspadas y reclamos en la calle a sus dos hermanos para que le hagan un pase. A la terquedad de quien no pide permiso, sino espacio.
Sin saberlo, Marcela escribía una pequeña revolución: cada gambeta era un argumento y cada pase, un grito de guerra. Y en ese suelo de Zona Norte, entre hermanos y rivales, aprendió que jugar al fútbol no era solo un deseo, era una conquista.
Pero fue unos años más tarde, de casualidad dice, mientras visitaba a su tía en Villa Parque, que un grupo de chicas la invitaron a sumarse al equipo del barrio. “Ese fue el inicio de mi carrera”, sentencia.
Allí descubrió un mundo nuevo y se dio cuenta que el fútbol femenino siempre existió en muchos barrios de Santa Rosa. No en los clubes, pero siempre había chicas jugando a la pelota, o trabajando en el fútbol.
Ella se define como “una persona simple, honesta y sensible”. Para cada pregunta tiene una respuesta cargada de anécdotas. Su recorrido por el mundo del deporte pampeano, y del fútbol femenino en particular, es tan vasto, que podría estar tardes enteras enumerando experiencias, alegrías y tristezas por las que pasó desde la década del noventa hasta acá.
Como jugadora del Club Sportivo de General San Martín, participó la Liga del Sur, que se desarrollaba en Bahía Blanca. Se le vienen los recuerdos de compañeras, los goles que pudo marcar, los viajes que terminaban con las chicas en la ruta haciendo dedo para poder llegar a destino porque el colectivo se rompía seguido. Pero que cuando entraban a la ciudad, siempre las esperaba el dueño de la estación de servicio con una bolsa de caramelos para todas las integrantes del equipo.
Habla orgullosa del campeonato que lograron para La Pampa en aquel entonces y de las oportunidades que tuvo, en más de una ocasión, de enfrentar en amistosos a River, a Boca y hasta la selección mayor.
Cuenta que sus padres siempre la apoyaron y acompañaron. Al principio, su papá dudó un poco hasta que se volvió fanático. Al punto de guardar en una carpeta los recortes de diario donde ella aparecía. “Mucho orgullo por su hija”, dice. Y agrega que con los años se le sumaron sus dos hijos, alentándola en cada paso que da como profesional y trabajadora del fútbol.
Las cosas cambiaron para Marcela cuando, entre el 2002 y 2003, algunas lesiones le impidieron ser el enganche que tanto disfrutaba el público. Pero eso no la alejaría del deporte. Al contrario. Se preparó y en el año 2006 se recibió como Directora Técnica Nacional. “Ser DT implica compromiso, sacrificio y sobre todo te tiene que gustar. Es mucha entrega a un deporte que todavía acá es amateur”.
Y aunque asegura que es algo sacrificado, nunca deja de transmitir sus conocimientos.
Sus pares la reconocen como alguien que no se relaja nunca y que siempre está tratando de hacer que sus jugadoras crezcan día a día dentro de la cancha.
Tuvo la chance de pasar por diferentes espacios y clubes. También de ser quien dirigiese a las pampeanas en los Juegos de la Araucanía en 2019. Pero su lugar en el mundo es el Estadio Municipal. “Me siento una privilegiada de tener mi trabajo con el futbol acá. Me gusta lo que hago y paso muchas horas con nenas de entre 5 y 16 años que entrenan en formativas”, dice.
Ante la consulta de cómo se fue transformando el fútbol femenino a lo largo de los últimos años, hace un paralelismo entre los que vivió en sus inicios, donde jugaban en canchas llenas de yuyos, sin redes en los arcos y la llegada de la Liga Provincia. Ese gran salto fue el puntapié inicial. El presente tiene más calidad de jugadoras.
Ejemplo claro son las dos jóvenes pampeanas que tiene el seleccionado nacional Sub 17, reconoce emocionada la referirse a Agustina Maldonado y Constanza Pacheco. Son las nuevas referentes para las generaciones de chicas que empiezan en el deporte.
Entre aquella época y ahora, pasaron innumerables reclamos, luchas. Fueron muchas las puertas que ella y sus compañeras no dejaron de golpear para pedir lo que les correspondía: un espacio propio dentro del deporte que tanto amaban y defendían.
Marcela a eso lo tiene presente cada tres o cuatro frases. No se olvida todo lo que tuvo que andar para que hoy en esta provincia se pueda jugar al fútbol en condiciones óptimas. Les pide a las pibas que “luchen, que reclamen. Está comprobado que se puede y no es momento de bajar los brazos”.
¿Tenés referentes en el fútbol femenino?
-Mis referentes del futbol son todas las que lucharon para llegar hasta acá. Gracias a todas ellas podemos disfrutar del futbol en todo el país.
Y pese a todo lo que falta, hoy los reconocimientos empiezan a llegar. El Torneo Provincia de Fútbol, certamen que reunirá a cuatro equipos de la Liga Cultural y cuatro de la Liga Pampeana, llevará su nombre: el de “Marcela Castro”, en homenaje a la exfutbolista y hoy entrenadora.
Para ella, el fútbol no es solo una cancha, una pelota o un reglamento. Es un pulso, una identidad, una casa que siempre la espera con los brazos abiertos. El Estadio Municipal no es solo un lugar: es el testigo de su historia, el refugio donde cada tarde elige estar. Porque el fútbol es su vida, su forma de habitar el mundo y de sembrar futuro en las pibas que entrenan con ella. Y mientras haya una pelota rodando, ella seguirá ahí, con el mismo orgullo, compartiendo, respirando y viviendo fútbol.