Acercamiento a Swinnen y su obra

Palabras del Dr. Luis Larrañaga

El intendente Luis Larrañaga se dirigió al público presente y a los familiares de Swinnen señalando que: Hablar de la obra de un artista requiere canalizar la percepción que ha generado la misma, poner en funcionamiento todos los mecanismos del pensamiento para interpretar y resignificar lo que relata un cuadro, una música, un poema o una película. La obra de un artista es una especie de provocación a nuestra imaginación, un lugar de encuentro, de bifurcaciones, de viajes a través del mundo y, también, de introspección a lo más íntimo de cada uno de nosotros. Una obra de arte nos interpela, nos seduce y atrae por su belleza, incluso, muchas veces, nos concientiza por lo que denuncia.
Hablar de un artista que elaboró una obra es un desafío a la sensibilidad, porque toca los hilos más finos del espíritu, porque es parte de lo que hemos reconocido como nuestro. En ese sentido, Santiago Eduardo María Swinnen por medio de sus cuadros, de sus croquis, de sus propuestas arquitectónicas ha relevado (y eternizado, por cierto) para nuestra memoria los lugares que lo atrajeron (Bélgica, Córdoba y La Pampa), y también fundó espacios que imaginaba, que soñaba, como Vuriloche, la Catedral de la ciudad.
Un hombre que pinta su aldea no sólo representa su mirada personal sino que sintetiza la pulsión de todo un colectivo, es la simbiosis que une y reúne el malestar en la cultura, el conflicto que conlleva la acción política; porque todo arte, en definitiva, por más que pinte, hable y cante sobre una rosa o un pájaro, es inminentemente social.
La paleta de un pintor es la esencia de su personalidad, de ahí surgen sus matices, sus tonos, que se suman a los trazos, a los sombreados. Esa identidad constituye su nombre en el campo del arte, se la reconoce en un estilo que ha sido conquistado a fuerza de voluntad y obsesión, a puro ejercicio y pruebas, consustanciándose en esa búsqueda todo lo aprendido y aprehendido.
En toda actividad que se involucra el hombre lo hace para homenajear y debatir el pasado, para actuar en el presente y para construir hacia el futuro. Santiago Swinnen fue un hijo de ese tiempo en el que empezaba a diseñarse la nueva Santa Rosa, en donde irrumpían concepciones emergentes de la urbanidad, fue un innovador. Pero sus cuadros retratan el instante, captura esa vivencia, nos lega su visión y resguarda del olvido y de los cambios lo que concibió su imaginación creadora.
Swinnen se arraigo a esta tierra, echo raíces en un paisaje que lo incitaba a retratarlo con sus médanos, caldenes y caminos, con sus hojas primaverales u otoñales, en definitiva, la expresión de las cuatro estaciones. Pero también en ese lugar en el mundo fue conformando una familia y dio a luz, junto con su esposa -su gran amor-, a sus vástagos. Hijos y nietos que han reincidido en los quehaceres, en las experiencias de Santiago. En la gran familia Swinnen se halla manifiesto el arte, la arquitectura, la religión y la vida misma.
Por eso me atrevo a señalar que esto no sólo es un homenaje a la obra de un artista, sino un acto de agradecimiento a un hombre, que fue padre, abuelo, artista, arquitecto y vecino. Jaak Swinnen nos revela en sus obras un modo de ver y sentir la naturaleza de la región y, asimismo, en el devenir de su propio destino nos ha dejado como herencia, tanto en su propia familia como en sus amigos, la impronta de algo sustancial que resalta en la trayectoria de los hombres imprescindibles, y es lo que refiere la palabra “recuerdo”. Recuerdo proviene del vocablo ‘re-cordari’, que está formado por el prefijo ‘re’ y por la palabra ‘cordis’ (corazón), y se sobreentiende que significa “volver a pasar por el corazón”; se asocia la memoria al corazón. Recordar significa más que tener a alguien en la memoria, es tenerlo en el corazón. Santiago Eduardo María Swinnen está en nuestro corazón.

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