Claudia Monteira

por Micaela Servetto

Desde hace poco más de dos décadas, la entrenadora Claudia Monteira se dedica al canotaje en La Pampa, e impulsa la Escuela Municipal de Santa Rosa como un espacio de formación deportiva e inclusión social. Junto a su exesposo y mentor, Daniel Sierra, consolidó un proyecto que ha llevado a la provincia a lo más alto en nivel competitivo nacional e internacional. Su historia es la de una mujer que, dedicada y esforzada, hizo del canotaje mucho más que un deporte: una forma de vida.

El canotaje es una actividad que se realiza en una embarcación, como una canoa o un kayak, impulsada por palas. Se desarrolla en ríos y aguas tranquilas de todo el mundo y, en Santa Rosa, es posible acceder a su práctica de forma gratuita en la Escuela Municipal de Canotaje, ubicada en el Parque Don Tomás. Allí, se navega en una laguna de 1.400 metros de diámetro y en un cuenco lagunar de 300 metros, destinado a la iniciación en la disciplina. Esa laguna, que se alimenta de lluvias y no tiene profundidad, maravilló a Claudia desde un principio. 

Monteira, de 56 años, nació en Capital Federal, pero su vida entera estuvo siempre conectada con el agua. Su infancia transcurrió entre Monte Hermoso y Sauce Grande; su adolescencia en Bahía Blanca y parte de su juventud, en Mar del Plata. Fue en este último lugar donde se inició en el piragüismo a los 20. “Para mí el agua es mi mundo”, reconoce.

 Claudia llegó a Santa Rosa a finales de los 2000 con sus dos hijos, Antuel y Nehuén, mientras esperaba la llegada de la tercera, Nahiara. Comenzó a tomar clases de canotaje en la Escuela Municipal, entonces dirigida por el reconocido entrenador Daniel Sierra. Con el tiempo, pasó de alumna a asistente, y más tarde, también a convertirse en su compañera de vida.

Dentro de su formación profesional se destacan estudios como técnica química, entrenadora y árbitro nacional de piragüismo, siendo el primero el único título que no ejerce. No pudo o no quiso, porque su actividad principal ocupa la mayor parte de su tiempo. Preparar palistas para competencias nacionales e internacionales no es tarea sencilla; ella se encarga de diseñar programas de entrenamiento que combinan trabajo en tierra, con ejercicios en el gimnasio y en agua. Además, viaja con ellos y ellas a torneos, les brinda apoyo técnico y emocional. En ocasiones aporta, inclusive, dinero de su propio bolsillo para costear gastos comunes.

– ¿Qué significa para vos esta actividad? ¿Cómo describís tu trabajo como entrenadora?

– Para mí este es mi lugar de trabajo, es mi pasión, un lugar que adoro, donde pongo mucho esfuerzo, desde físico hasta económico. El lugar es mi segunda casa. Lo que me llevo son muchas satisfacciones personales; han pasado más de 5000 personas por la escuela. Tenemos un lema que creo que define un montón de cosas:  hacemos buenos deportistas en el agua, pero mejores personas en la vida. Ese es nuestro objetivo. En lo deportivo, trato de seguir la trayectoria de Daniel Sierra, quien fuera el promotor del canotaje acá. Él era oriundo de Tigre y fue entrenador de la selección nacional, así que vino con un montón de conocimientos. De él aprendí lo más que pude. Mi objetivo es desarrollar a los chicos, sacar lo mejor de ellos para que lleguen lo más alto posible y representar de la mejor forma a Santa Rosa y a La Pampa. 

– ¿Cuál es tu motivación?

– A veces se hace difícil, en el caso nuestro, salir a remar en invierno cuando hace frío. Recuerdo un día, en junio o julio, estábamos con Juliana Garro, la tercera palista que llegó a la Selección Nacional. Éramos solo nosotras dos, en un cuenco grande, con un frío bárbaro. Ella estaba toda emponchada y yo también. Me quedé ahí siguiéndola para no perderla. En un momento, nos miramos, solo nos miramos y ahí quedó. Cuando bajamos, dije: “¿Qué estamos haciendo acá?”. Y ella me respondió: “¿Por qué esto?”. Uno lo hace porque lo siente. 

Dentro de la Escuela, una vitrina de tres estantes exhibe numerosos premios, medallas, fotografías y reconocimientos de distintas entidades y países, testimonio tangible de años de esfuerzo y logros. Son de Daniel Sierra, de Claudia Monteira, de la Escuela y de la Asociación Pampeana de Canotaje (APACA), fundada en 2008 como un pilar de apoyo a la institución. Sierra fue el primer palista en representar al Club Argentino de Canotaje y el responsable de abrir la Escuela en Santa Rosa a principios de los 2000. Junto a Claudia, con quien compartió 18 años de matrimonio hasta su fallecimiento, consolidó un espacio de formación y crecimiento para este deporte en la ciudad.

Claudia y Daniel lograron establecer un equilibrio entre la función recreativa y la competitiva de la escuela. Cualquiera puede asistir, aprender lo básico y disfrutar del canotaje, o bien prepararse para competir.  Gracias a ese trabajo, de la escuela han salido tres palistas que representaron al país en competencias internacionales: Roberto Sallete, Juliana Garro y actualmente Paulina Barreiro Hus, quienes han participado en Panamericanos, Mundiales y Copas del Mundo.

– ¿Cómo es representar a La Pampa? ¿Qué se siente?

-Ahora ya nos conocen, pero al principio cuando hace unos veintipico de años íbamos a competir decían “¿pero ustedes de dónde? si están en el medio de la nada”. Como no tenemos río, no tenemos donde competir. Yo les digo que este lugar que tenemos acá, esta laguna, es un privilegio porque está a 10 cuadras de la plaza del centro, a la mano de todos. Llegar es sencillo y el espejo de agua que tenemos es impresionante. 

Entre los eventos más memorables, Monteira destaca el Campeonato Argentino de Velocidad de 2011, organizado en la laguna santarroseña con la participación de 450 palistas. “Trabajamos más de un año para hacerlo posible. Ojalá podamos repetirlo”, anhela.

A pesar de la pérdida de Daniel en noviembre de 2020, Claudia encontró en la Escuela su refugio. “Este lugar fue mi salvavidas”, asegura. Desde entonces, sigue fortaleciendo la Asociación y abriendo puertas para quienes se acercan al deporte.

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