Soledad Martin

Un ícono del deporte y la perseverancia

por Kay Caringella
La entrevista es la más pública de las conversaciones privadas, y en ella, desde la mirada objetiva, libre de lazos y preconceptos, podemos conocer nuevas aristas de aquellas personas que ya conocemos.
Desde temprana edad, Soledad Martin mostró una pasión inquebrantable por el deporte. Quizás podemos decir que la serendipia marcó su vida en el deporte: su madre la llevó al Club All Boys a los 6 años, pero no iba sola. En un acto de solidaridad tras las inundaciones en Chaco alojaron en su casa a una niña cuya familia había perdido su vivienda. Este acto de sus padres fue el inicio de una vida dedicada al deporte. Ambas comenzaron a jugar al cesto a modo de recreación en el club: “ Mamá se encontró con la Negra Alvarado que estaba dando cesto y le dijo que nos dejara y a mí me encanto¨”-
Esas palabras la llevan a un lugar, a un pasado que le llena los ojos de nostalgia.
Su incursión en el cesto fue solo “para que hiciéramos algo”, y porque vivía a una cuadra del club. Y la vida le puso adelante incentivos para seguir por ese camino. Así fue como en el año 1985, en aquel Campeonato Argentino de Pelota al Cesto “La Pampa 1985”, llevo con orgullo, junto a su amiga Andre Regazzoli (así la nombra), los cartelitos que representaban a nuestra provincia.
Su amor por el deporte no solo la llevó a sobresalir en cesto. Desde aquellos días en que se llamaba Pelota al Cesto, donde la cancha se dividía en tres partes y cada jugadora debía permanecer en su posición, hasta el cesto más dinámico y rápido de hoy, Soledad mostró una adaptabilidad y habilidad excepcionales. Destaca que, aunque se puede brillar individualmente metiendo goles y marcando bien, el verdadero éxito en el cesto radica en el trabajo en equipo y en la necesidad de apoyarse mutuamente, “Necesitás siempre del otro”, aclara.
Soledad encontró en el club y en su entorno el impulso necesario para no detenerse nunca. La etapa deportiva más fuerte de su vida la vivió en el club Estudiantes, enfrentando y superando numerosos desafíos.
La transición de pasar de All Boys a Estudiantes no fue fácil: la ya conocida rivalidad y todo lo que implica dejar un lugar conocido para reconocer otro y adaptarse a él, pero su dedicación y amor por el deporte le permitieron adaptarse y sobresalir. El zurdo Nuñez y la Rusa Breton fueron quienes la invitaron a jugar en Estudiantes y le abrieron las puertas a la selección de Cesto.
Sin embargo, Soledad no solo enfrentó desafíos deportivos, sino también sociales. Como mujer deportista, tuvo que superar numerosos obstáculos en una época en la que el deporte femenino no gozaba de la misma equidad que hoy. Desde la percepción de que el cesto no era un deporte serio, hasta la falta de apoyo económico para representar a su provincia en ligas y campeonatos argentinos,
Soledad y sus compañeras tuvieron que luchar incansablemente por su pasión. “Era un deporte que, al no ser olímpico, nos decían juegan ese predeportivo, que es un juego que se hace antes de empezar un deporte. Hemos peleado mucho, todas las que hemos jugado, tenemos una personalidad muy fuerte, con mucho amor a nuestro deporte, entonces lo defendimos a muerte”, expresa con los dientes apretados como quien tiene el fuego de pertenencia en su cuerpo.
A través de ventas y rifas, consiguieron los fondos necesarios para competir, demostrando una determinación y amor por el deporte que trascendieron cualquier dificultad para representar a la provincia. Soledad siempre recuerda esas épocas con cariño y gratitud por la gente excelente que las acompañó y avaló en su camino.
Hoy, jugando de nuevo con las chicas del Butaló, y “con dos grandes amigas y grandes jugadoras como Marcela Moya (Moyi) y André Regazzoli”, Soledad refleja la importancia del acompañamiento familiar y comunitario en el deporte.
Pero siempre hay revancha, sobre todo en una cancha, y a Sole, le llego en dos momentos importantes en su vida: “Uno cuando salimos campeonas acá, en el club Estudiantes, explotado de gente en el año 98, que sonó el reloj final, nos miramos y nos encontramos en el centro de la cancha todas y la gente explotada que no lo podíamos creer, le ganamos a Capital acá, con un club tan lleno que no recuerdo verlo así otra vez”. Y acá, en este instante los ojos vidriosos me contagian su emoción, que se traslada a su voz, haciendo fuerza para no quebrarse por el poder de ese sentimiento…”El otro momento máximo para mí fue haber ganado el Olimpia y tenerlo a mi papá al lado. Fue en el 99, y es el máximo reconocimiento a nivel nacional. Fue el mismo año que le dieron el Olimpia de platino a Maradona. Era increíble todo. Papá me acompañó porque me dieron un solo lugar, mamá me esperaba en el hotel. Nadie sabía que me lo iban a dar, fue sorpresa, porque competía con dos grosas con mas trayectoria”
Soledad, o Sole, fue Selección Argentina en el año 1992, en cadetas. Luego en el año 1995, fue convocada nuevamente y jugo hasta el año 2006, cuando sus objetivos comenzaron a tomar otros rumbos.
“Cumplí todos mis objetivos, nunca fui muy ambiciosa pero siempre fui de a poco, al principio era muy relajada, iba a jugar para estar con mis amigas, para divertirme, hasta que un día dije voy a tratar de entrenar, llegar a los más algo, quiero ir a la selección argentina y llegue; mi objetivo es el O y llegue; voy a ser profe y me recibí, quiero tener una familia, encontré mi compañero, tengo dos hijos hermosos, no puedo decir que haya algo que no logré en la vida”
Perseverancia, metas y voluntad, entre tantas palabras, esas son las que la definen a esta Sole Martín, que hoy tiene el trabajo más difícil pero más reconfortante que es ser mamá de dos adolescentes, Bauti y Benja lo que implica tener una visión diferente a muchos padres, porque dentro de ese ser mamá, hay una deportista y conjuga paciencia, miedos e incentivos. Pero no lo hace sola, ese compañero que eligió para recorrer ese camino, Mariano, está siempre bancando la parada como decimos en el barrio.
Soledad Martin es un verdadero ejemplo de perseverancia y dedicación, demostrando que, con amor y esfuerzo, es posible superar cualquier obstáculo y dejar una huella imborrable en el mundo del deporte, no solo pampeano, porque Soledad nos exportó y nos llevó con su pelota de cesto a las canchas más importantes del país y el mundo.