Graciela Meluso

por Mónica Molina

Tiene 70 años. Hace menos de cinco años descubrió el tejo como práctica deportiva. Es campeona provincial y nacional (2023) por pareja en esta disciplina representando al Club San Martín, de Santa Rosa. Nunca había practicado deportes. Su vida transcurrió como empleada en un hotel durante diecisiete años y sus actividades cotidianas dentro del hogar.

La entrevista transcurre en su casa de Villa Alonso, barrio en el que vive desde hace unos cincuenta años. Se disculpa y confiesa con cierta timidez que no es de hacer entrevistas, pero su desempeño provincial y nacional concita interés para conocer este deporte y a sus protagonistas. Con más confianza le consulto si puedo ir a verla en alguno de los entrenamientos en la sede del Club San Martín, la exquinta de las monjas, como se la conoce popularmente.

Seguramente muchas personas tenemos referencia del tejo, como ese entretenimiento en la playa en época de verano, sin embargo, es una disciplina deportiva que convoca a la tercera edad y, para mí sorpresa a también a jóvenes. 

La curiosidad por conocer como arrancó Graciela en este deporte me lleva a los inicios de su práctica. Nuestro diálogo va y viene en el tiempo, aunque es la pandemia del COVID-19 el punto de partida que responde a la pregunta cuándo empieza con el tejo.

“Yo empecé más o menos en la pandemia, a mitad de la pandemia, cuando se empezó a salir un poquito” dice Graciela, en referencia a una etapa donde la humanidad se vio sacudida y se desestructuró la vida cotidiana al punto de vivir meses de ASPO -Aislamiento Social Preventivo Obligatorio- en nuestro país.

Al tejo de alguna manera lo descubrió en la colonia de verano del PAMI, aunque sólo lo podía practicar durante los meses de enero y febrero, rememora en el recorrido de sus inicios. El interés se había despertado y así le llegó el comentario que había un grupo de hombres jugando en las vías, frente a la estación de trenes. 

“Entonces, yo pasaba y miraba. Veía todos hombres. No me animaba a bajarme”, ahí las dos nos reímos, sabemos cómo mujeres lo que ello significa, aunque nos separen algunos años, esa sensación de meternos en un lugar al que no hemos sido llamadas, se siente.

¿Y por qué no se animaba a bajar? Pregunté, casi como si no conociera la respuesta.

-…y porque eran todos hombres y no había ninguna mujer. Hasta que un día dije, bueno me bajo y veo que ambiente hay y… sino, no volveré más”.

¿Y un día?, pregunté.

-Un día me bajé. Vengo a chusmear, enseguida uno me dice: ¿Querés jugar? “Si me dejan”, respondió Graciela recordando cómo se integró en el grupo del que participaban unos siete u ocho hombres y ella. Ese fue su punto de partida en un deporte en el que hoy se destaca por sus logros.

Participar, es la palabra que utiliza Graciela para expresar lo que significa para ella esta práctica deportiva sobre todo cuando se trata de jugar en las competencias.

El grupo inicial se llamó “La Cuarentena” en obvia alusión al contexto de pandemia. Comienza un derrotero por la búsqueda de lugar, de las vías pasan a la Laguna, cerca del Faro hasta que logran establecer su cancha en la ex quinta de las monjas y adoptan el nombre Tejo Club San Martín. Actualmente cuentan con seis canchas en la que practican una treintena de personas asociadas. Si bien todavía predominan los varones, se han sumado más mujeres. 

Graciela compitió en torneos de tejo en Mar del Plata, Torquinst, Darragueira, Carhué en provincia de Buenos Aires, San Rafael (Mendoza) y en Bernasconi. Obtuvo el campeonato de los Juegos Evita realizados en La Pampa que la llevó a representar a la provincia en los realizados en Termas de Río Hondo, en Santiago del Estero.

 ¿Qué aptitudes requiere jugar al tejo? Pregunto desconociendo sus reglas. La veo concentrada en la cancha. La vista buscando su objetivo, el movimiento de su brazo derecho con el que impulsará el tejo blanco o celeste, ese que deberá aproximarse con puntería al tejín, que se diferencia por su color rojo. La precisión es una aptitud que se va ganando con cada práctica. No se trata de fuerza, sino de técnica y habilidad para lograr ganar cada punto. Lo puedo comprobar porque me invitan a tirar unos tejos y mi falta de práctica lo demuestra.

Graciela camina hacia el extremo donde se posiciona para tirar, mientras espera su turno me responde preguntas sobre algunas reglas. Me señala, con un ademán con su mano como tira Yolanda Decolliet, su compañera de 80 años con la que formó pareja de juego en distintos torneos y por supuesto ganó. Este deporte se puede competir en parejas o tríos, me explica.

Su familia, la acompaña en esta decisión de participar y competir en el tejo, aunque a veces tiene que desistir de participar en algún torneo para quedarse a cuidar a su esposo. Entrena, casi todos los días, siempre que el clima lo permita, puesto que las canchas están al aire libre. Son unas tres horas donde disfruta de este deporte porque lo vive como un espacio para despejarse, interactuar con un grupo que destaca por su compañerismo.

El club San Martín, que alberga este deporte realizará el tercer torneo nacional el próximo 11 y 12 de octubre a quienes practican este deporte en la ciudad de Santa Rosa. Graciela será de la partida junto al grupo con el que empezó a jugar al tejo.

“Te emociona mucho, sobre todo cuando estás en un torneo”, compartir con otra gente genera un clima particular, cuenta con entusiasmo Graciela sobre las competencias. Ya se está preparando ese momento.

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